SE ABRE LA PUERTA.

Hace un par de años bajé un domingo por la mañana a abrir la parroquia y la cerradura de la puerta se había roto. No había forma de entrar más que rompiendo más puertas y cerraduras. Las llaves de las otras puertas estaban dentro de la primera puerta cerrada, eran completamente inútiles. Conseguimos de alguna parroquia cercana lo necesario para celebrar y las dos primeras Misas las celebramos en la calle, mientras llagaba un cerrajero que con la radial y otras herramientas conseguía abrir la puerta de hierro que se había estropeado para alivio de los curas y los fieles.

Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma, y vino una voz del cielo:

?Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco?.

El bautismo de Juan era como celebrar en la calle, no estaba mal pero no era lo mejor, según el tiempo pasabas calor, frío, te llovía encima y tenías que estar siempre de pie. La Trinidad, que hoy se manifiesta, es el cerrajero. Ha tenido que trabajar duro para que podamos entrar a su templo. La Encarnación, vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo no es cosa de broma, otros lo habían intentado antes y no lo habían conseguido. Y la nueva puerta es Cristo, el buen pastor. Sólo el bautismo nos da la llave que abre esa puerta. El Padre. El Hijo y el Espíritu Santo, por la oración de la Iglesia entera, nos identifica con Cristo para que podamos atravesar esa puerta y con la acción de los Sacramentos se nos abran las puertas del cielo.

No, no se trata de ser buena gente, de usar ganzúas reemplazando las llaves o querer entrar por una ventana?, la puerta se ha abierto, pasa por ella.

Nunca nos daremos cuenta de la importancia del Bautismo, la de gracias que tenemos que dar a los que nos trajeron a bautizar. Nos han quitado mucho frío, mucha agua y mucho bochorno que pasar. Todavía no entiendo a aquellos que prefieren volver a salir y mojarse bajo la tormenta, bautizados que no viven en Cristo.

María es la gran anfitriona que invita a todos a pasar por esa puerta, no dejes de escucharla.