Oficio de Lecturas
V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.
INVITATORIO
Ant. Venid, adoremos al Salvador del mundo, a quien estuvo unida la Virgen Dolorosa.
Salmo 99
ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO
Los redimidos deben entonar un canto de victoria (S. Atanasio).
Aclama al Señor, tierra entera,
servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.
Sabed que el Señor es Dios:
que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.
Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:
«El Señor es bueno,
su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Venid, adoremos al Salvador del mundo, a quien estuvo unida la Virgen Dolorosa.
HIMNO
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz, y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y afligida
estaba la Madre herida,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
¿Y cuál hombre no llorara
si a la Madre contemplara
de Cristo en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.
Salmo 72
POR QUÉ SUFRE EL JUSTO
¡Dichoso el que no se siente defraudado por mí! (Mt 11, 6).
I
¡Qué bueno es Dios para el justo,
el Señor para los limpios de corazón!
Pero yo por poco doy un mal paso,
casi resbalaron mis pisadas:
porque envidiaba a los perversos,
viendo prosperar a los malvados.
Para ellos no hay sinsabores,
están sanos y orondos;
no pasan las fatigas humanas,
ni sufren como los demás.
Por eso su collar es el orgullo,
y los cubre un vestido de violencia;
de las carnes les rezuma la maldad,
el corazón les rebosa de malas ideas.
Insultan y hablan mal,
y desde lo alto amenazan con la opresión.
Su boca se atreve con el cielo.
Y su lengua recorre la tierra.
Por eso mi pueblo se vuelve a ellos
y se bebe sus palabras.
Ellos dicen: "¿Es que Dios lo va a saber,
se va a enterar el Altísimo?"
Así son los malvados:
siempre seguros, acumulan riquezas.
Ant. Qué bueno es el Dios de Israel para los justos.
Ant. 2. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
II
Entonces, ¿para qué he limpiado yo mi corazón
y he lavado en la inocencia mis manos?
¿Para qué aguanto yo todo el día
y me corrijo cada mañana?
Si yo dijera: "Voy a hablar con ellos",
renegaría de la estirpe de tus hijos.
Meditaba yo para entenderlo,
porque me resultaba muy difícil;
hasta que entré en el misterio de Dios,
y comprendí el destino de ellos.
Es verdad: los pones en el resbaladero,
los precipitas en la ruina;
en un momento causan horror,
y acaban consumidos de espanto.
Como un sueño al despertar, Señor,
al despertarte desprecias sus sombras.
Ant. Su risa se convertirá en llanto, y su alegría en tristeza.
Ant. 3. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.
III
Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo,
tú agarrarás mi mano derecha,
me guías según tus planes,
y me llevas a un destino glorioso.
¿No te tengo a ti en el cielo?
Y contigo, ¿qué me importa la tierra?
Se consumen mi corazón y mi carne
por Dios, mi lote perpetuo.
Sí: los que se alejan de ti se pierden;
tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio,
y contar todas tus acciones
en las puertas de Sión.
Ant. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, pues los que se alejan de ti se pierden.
VERSÍCULO
V. Qué dulce al paladar tu promesa, Señor.
R. Más que miel en la boca.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Oseas 9, 1-14
PREDICCIÓN DEL EXILIO Y DE LA ESTERILIDAD
No te alegres, Israel, no te regocijes como otros pueblos, porque te has prostituido abandonando a tu Dios. Vendiste tu amor por salario en todas las eras de trigo; la era y el lagar no los alimentarán, el vino les fallará. No habitarán en la tierra del Señor: Efraín volverá a Egipto, en Asiria comerán manjares profanos. No harán libaciones de vino al Señor, no le ofrecerán sacrificios. Comerán el pan del duelo, manjar impuro. Su pan les quitará el hambre, pero no entrará en la casa del Señor. ¿Qué haréis el día de la solemnidad, el día de la fiesta del Señor? Pues si escapan de la catástrofe, Egipto los congregará, Menfis los sepultará; su plata codiciada será ortigas, los cardos crecerán en sus tiendas.
Llegan los días de la cuenta, llegan los días de la retribución; que lo sepa Israel. Necio es el profeta, ridículo el hombre de espíritu; por la muchedumbre de tus iniquidades, por la abundancia de tus rebeliones. El profeta de mi pueblo vigila sobre Efraín; es red extendida en su camino, rebelión en el templo de su Dios. Se han corrompido profundamente, como en los días de Gabá: pero el Señor recordará sus iniquidades, castigará su pecado.
Como uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a vuestros padres. Pero ellos fueron a Baal-Fegor, se consagraron a la ignominia y se hicieron abominables como el que amaban. La gloria de Efraín emigra como un pájaro, desde el nacimiento, desde el vientre, desde la concepción; aunque se multipliquen sus hijos, los dejaré sin herederos. ¡Ay de ellos, cuando de ellos me aparte! Yo he visto a Efraím plantado en el prado, Efraín, para entregar al verdugo a sus hijos. Dales, Señor; y ¿qué les darás? Dales vientres estériles y pechos áridos.
RESPONSORIO Os 9, 1; 14, 2; 13, 9
V. No te alegres, Israel, no te regocijes como otros pueblos, porque te has prostituido abandonando a tu Dios.
R. Conviértete al Señor tu Dios, pues por tu pecado has sucumbido.
V. Te matan, Israel, porque sólo en mí está tu auxilio.
R. Conviértete al Señor tu Dios, pues por tu pecado has sucumbido.
SEGUNDA LECTURA
De los sermones de san Bernardo, abad
(Sermón en el Domingo infraoctava de la Asunción, 14-15: OPERA OMNIA, edición cisterciense, 5 (1968), (273-274)
LA MADRE ESTABA JUNTO A LA CRUZ
El martirio de la Virgen queda atestiguado por la profecía de Simeón y por la misma historia de la pasión del Señor. Éste —dice el santo anciano, refiriéndose al niño Jesús— está puesto como una bandera discutida; y a ti —añade, dirigiéndose a María— una espada te traspasará el alma. En verdad, Madre santa, una espada traspasó tu alma. Por lo demás, esta espada no hubiera penetrado en la carne de tu Hijo sin atravesar tu alma. En efecto, después que aquel Jesús —que es de todos, pero que es tuyo de un modo especialísimo— hubo expirado, la cruel espada que abrió su costado, sin perdonarlo aun después de muerto, cuando ya no podía hacerle mal alguno, no llegó a tocar su alma, pero sí atravesó la tuya. Porque el alma de Jesús ya no estaba allí, en cambio la tuya no podía ser arrancada de aquel lugar. Por tanto, la punzada del dolor atravesó tu alma, y, por esto, con toda razón, te llamamos más que mártir, ya que tus sentimientos de compasión superaron las sensaciones del dolor corporal. ¿Por ventura no fueron peores que una espada aquellas palabras que atravesaron verdaderamente tu alma y penetraron hasta la separación del alma y del espíritu: Mujer, ahí tienes a tu hijo? ¡Vaya cambio! Se te entrega a Juan en sustitución de Jesús, al siervo en sustitución del Señor, al discípulo en lugar del Maestro, al hijo de Zebedeo en lugar del Hijo de Dios, a un simple hombre en sustitución del Dios verdadero. ¿Cómo no habían de atravesar tu alma, tan sensible, estas palabras, cuando aun nuestro pecho, duro como la piedra o el hierro, se parte con sólo recordarlas? No os admiréis, hermanos, de que María sea llamada mártir en el alma. Que se admire el que no recuerde haber oído cómo Pablo pone entre las peores culpas de los gentiles el carecer de piedad. Nada más lejos de las entrañas de María, y nada más lejos debe estar de sus humildes servidores. Pero quizá alguien dirá: "¿Es que María no sabía que su Hijo había de morir?" Sí, y con toda certeza. "¿Es que no sabía que había de resucitar al cabo de muy poco tiempo?," Sí, y con toda seguridad. "¿Y, a pesar de ello, sufría por el Crucificado?" Sí, y con toda vehemencia. Y si no, ¿qué clase de hombre eres tú, hermano, o de dónde te viene esta sabiduría, que te extrañas más de la compasión de María que de la pasión del Hijo de María? Éste murió en su cuerpo, ¿y ella no pudo morir en su corazón? Aquélla fue una muerte motivada por un amor superior al que pueda tener cualquier otro hombre; esta otra tuvo por motivo un amor que, después de aquél, no tiene semejante.
RESPONSORIO Lc 23, 33; Jn 19, 25; cf. Lc 2, 35
V. Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron allí.
R. Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.
V. Entonces una espada de dolor le traspasó el alma.
R. Junto a la cruz de Jesús estaba su madre.
ORACIÓN
Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.